This is our war (V)

A Iris le hervía la sangre, las imágenes de un día, hacía ya tres años, afloraron en su mente. Aquella habitación, Derek y ella. Mucho antes de que estallara la guerra.

—No puedes irte. Tenemos... tenemos... —balcuceaba entre sollozos.

—Tengo asuntos que atender más importantes que tú. Se habla de una rebelión, ¿sabes lo peligroso que puede ser eso? No estamos para guerras. —ni tan siquiera se molestó en mirarla mientras empaquetaba sus cosas.

—¡Pero soy tu esposa! Hicimos... hicimos unos votos. Dijimos que estaríamos aquí el uno para el otro siempre. Siempre. —le recordó.

Él tiró el contenido que acababa de empaquetar al suelo, se giró y la miró con la misma cara con la que un adulto miraría a un niño que no entiende nada.

—Iris, la mierda esa del amor no existe. Tú lo sabes y yo lo sé. No me quieres. Crees que sí pero no lo haces. Buscas formar una familia porque te han educado para que tras un matrimonio concertado intentes hacer feliz a tu marido y le des hijos. Eso es todo. No hay un para siempre.

Y, tras aquello, él se había ido. No había vuelto desde entonces. Por lo que sabía, había estado seis meses en Huperthgdsin con el resto de la Guarda de Riperthon intentando calmar la situación. Más tarde había estallado la guerra y él se había ido a Gurkson para dirigir una de las bases del ejército. Habían pasado tres años y ni una carta había recibido de su marido. Desde el día que la había dejado sola en la capital, dejó de creer en el amor. Y ahora había permitido entrar en su vida a un foráneo que, por si fuera poco, era uno de los rebeldes de Mertion. El corazón podía, sin duda, jugar malas pasadas.

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